22.12.13

The Lovers: en las calles se preguntan porqué.

Capítulo 11.

Las discotecas son la hostia. Estar en la pista de baile, desatado, dándolo todo, sudando, saltando, gritando, dejándote la garganta en cada estribillo, en cada palabra. Dejarte la paciencia esperando que te sirvan un cubata, maquinar dónde lo dejarás cuando termines. Así estaban ellos esa noche, separados pero dentro de la misma discoteca. Así estaban hasta que dos miradas se han cruzado entre la gente y de repente sólo están ellos y no hay gente, no hay música, no hay discoteca. Ha sido un segundo, pero ¡qué eternidad! Ella decide que no puede dejarlo pasar, él decide que no quiere desaparecer. Ahí acaban, muy juntos, bailando sin bailar, pegado el uno al otro. Sus ganas y el alcohol hacen el resto. La mano de él rodeando su cintura, la boca de ella en su cuello. Ella suspira, él aprieta. Movimientos lentos que insinúan. Hasta que ella suelta “follarte se me quedaría corto”. La única respuesta que obtiene es un tirón y un grito “vamos fuera”. Hace frío, pero frío, frío. Pero ellos no lo sienten porque no pueden dejar de reírse, de abrazarse y de besarse, de mirarse como ellos se miran. Esta noche no van a acabar juntos en la cama, ni dormirán juntos, ni follarán, pero no importa porque entre ellos la prisa y el agobio no existen. El beso del final esta vez es algo más público y sin vergüenza, cómo la vida misma, como ellos mismos. 
M.

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