31.12.13

Para cerrar el 2013.

Llevo desde el verano queriendo hacer un ranking de tíos buenos de este 2013, así que qué mejor momento para hacerlo que ahora que está acabando. En el ranking he querido incluir sobre todo a aquellos famosillos que he conocido este año y que están de “toma pan y moja” aunque se me ha colado algún que otro viejo conocido que este año ha estado especialmente guapete.

10. Antonio Candreva.
Jugador de la Lazio en su Italia natal. Tiene 26 años. Me lo encontré en la Confederaciones de este año que se acaba cuando juagaba con su selección.



9. Mario Casas.
Actor español de 27 años. Un viejísimo conocido pero este año me ha deslumbrado con su look con barba, y es que así está para comérselo. Además este año ha demostrado que es un buen actor con su papel en “Las brujas de Zugarramurdi”.




8. Evan Perters.
Actor estadounidense de 26 años. Un descubrimiento del 2013 de la serie de moda “American Horror Story”. Un rubio que se ha colado en esta lista con muchos méritos.



7. Stephen Amell.
Otro actor estadounidense, de 32 años. Otro nuevo descubrimiento de la mano de 2013, conocido por su papel protagonista como Flecha Verde en la serie “Arrow”. No cabe ninguna duda de que es guapísimo.



6. Jake Gyllenhaal.
Actor estadounidense de 33 años. Lo conocí hace tiempo en “Amor y otras drogas” pero este año he visto alguna que otras películas suyas, como la excelente “Donnie Darko” o la más reciente “Prisioners”. Tiene las facciones perfectas y una cara de bueno que enamora.



5. James Franco.
Actor estadounidense de 35 años. Aunque ya había visto alguna peli suya no me había fijado en él hasta que lo vi en “Spring Brakers”, cuando intuí que bajo este personaje asqueroso y feo había un actor guapísimo, cosa que confirmé en cuanto lo busqué en Wikipedia.



4. Justin Timberlake.
Actor y cantante estadounidense de 32 años. Conocido desde siempre, ha sido este año cuando he visto muchas de sus películas como “Con derecho a roce”, “La red social” o “In time”. Me ha ganado con el tiempo.



3. Michael C. Hall.
Actor estadounidense de 42 años. Podría decirse que es un madurito interesante. Lo he conocido este año gracias a su papel en la serie “Dexter” donde, cuando sale con su camiseta de matar está… Para dejarse morir.



2. Isco Alarcón.
Jugador del Real Madrid y la Selección Española de fútbol. Tiene 21 años. Lo descubrí este verano viendo los partidos de la selección sub 21. Es guapísimo y, encima, ¡español! No se le puede pedir más.




1. Ilias Koza.

Cantante griego del grupo Koza Mostra. Tiene 29 años. Lo descubrí este año con su actuación en el festival de Eurovisión. Esa barba, ese estilo, esa voz… Su música es genial y él, perfecto. 




Y con esto despido el 2013 y le doy la bienvenida al 2014. Que este nuevo año siga dándonos alegrías como estas.
M.

22.12.13

The Lovers: en las calles se preguntan porqué.

Capítulo 11.

Las discotecas son la hostia. Estar en la pista de baile, desatado, dándolo todo, sudando, saltando, gritando, dejándote la garganta en cada estribillo, en cada palabra. Dejarte la paciencia esperando que te sirvan un cubata, maquinar dónde lo dejarás cuando termines. Así estaban ellos esa noche, separados pero dentro de la misma discoteca. Así estaban hasta que dos miradas se han cruzado entre la gente y de repente sólo están ellos y no hay gente, no hay música, no hay discoteca. Ha sido un segundo, pero ¡qué eternidad! Ella decide que no puede dejarlo pasar, él decide que no quiere desaparecer. Ahí acaban, muy juntos, bailando sin bailar, pegado el uno al otro. Sus ganas y el alcohol hacen el resto. La mano de él rodeando su cintura, la boca de ella en su cuello. Ella suspira, él aprieta. Movimientos lentos que insinúan. Hasta que ella suelta “follarte se me quedaría corto”. La única respuesta que obtiene es un tirón y un grito “vamos fuera”. Hace frío, pero frío, frío. Pero ellos no lo sienten porque no pueden dejar de reírse, de abrazarse y de besarse, de mirarse como ellos se miran. Esta noche no van a acabar juntos en la cama, ni dormirán juntos, ni follarán, pero no importa porque entre ellos la prisa y el agobio no existen. El beso del final esta vez es algo más público y sin vergüenza, cómo la vida misma, como ellos mismos. 
M.

18.12.13

The Lovers: sale la luna que agita las mareas.

Capítulo 10.

Al principio él besaba pequeño y follaba suave. Ella era la cara opuesta de esa luna, besaba enorme y follaba salvaje. Pero últimamente los besos cada vez son menos de él y de ella, y van siendo más de ellos. Ella tiene su ración de lengua, en la medida justa, se contiene, deja su agresividad a un lado. Él le cede un poco de su boca, la deja morder y muerde, está dejando nacer a su fiera interna. Nunca un asiento trasero había enganchado tanto como el de su coche hizo con ellos… Nunca lo habían conseguido juntos, pero esa noche de cristales empañados era diferente. Él sobre ella, ella sobre él. El ritmo cambia, suave…  tierno… despacio, fuerte… agresivo… rápido. Hasta que la bomba explota, el reloj deja de hacer tictac, la radio deja de sonar… ellos dejan de respirar. Todo se para. Suspiros, respiraciones fuertes, gemidos… Risas. Se ríen porque se divierten mutuamente, hasta en ese momento de máximo placer. Y se quedan ahí, lo hacen porque el miedo que da una cama vacía en invierno, después de ese calor que están pasando con sus cuerpos que arden hechos uno, es tan inmenso… como el beso.
M.

16.12.13

The Lovers: lo de fuera ya no me interesa.

Capítulo 9.

Cuando no paras de reír el tiempo pasa más rápido. Y en la cama se lo pasan muy bien. La sábana les envuelve suavemente y el edredón les protege del frío, recostados sobre la pared. A él le reclaman, se incorpora, quedándose sentado en el filo de la cama. Ella lo retiene, le mordisquea la espalda, esa espalda. Él se revuelve… “¿qué manía tienes?”. Ella insiste… “es que parece de chocolate”. Es lo que pasa cuando se juntan dos cosas que vuelven loco a alguien. Él se gira, la mira, pero la mira bien, esa mirada que va desde los ojos a la boca y al resto del cuerpo y derrite el hielo y caldea todo frío. Ella se lanza a sus brazos, a su cuello, a sus manos, a su boca, a su cuerpo, porque no hay nada en lo que más confíe ahora mismo. Y la cama gime, gime de impotencia, de rabia y de alegría. Suspira de desesperación porque no la dejan tranquila y ella sufre, pero ellos no. Para ellos la mañana termina bien porque se termina con el beso fugaz antes de que ella se baje de su coche y desaparezca bajo el frío sol del invierno.
M.

11.12.13

The Lovers: no siempre son ellas las que lloran.

Capítulo 8.

Cuando alguien suplica es porque está desesperado, porque no puede más, porque no encuentra la salida, porque cree que ya no hay más soluciones. Sólo queda suplicar. Cuando notas cómo las lágrimas comienzan a inundar tus ojos, cuando empiezan a rodar por tus mejillas. Cuando tienes la cara tensa y la piel agrietada. Cuando te duele la mandíbula de apretar los dientes y la garganta de gritar. Entonces sólo queda suplicar. Porque las cosquillas a veces son así. Están tan tirados y tan juntos como siempre. Y como siempre, han follado, porque si no nada sería lo que es. Están jugueteando con sus pies, entrelazándolos. Él tiene un pequeño espasmo, ella se percata. Él no dice nada al respecto, ella se queda pensando. Sin que se note, pero notándose a lo lejos, ella baja la mano por la pierna de él hasta llegar a su pie y, con un movimiento rápido, empieza a hacerle cosquillas de una forma tan cruel y retorcida que hasta asusta. Él se retuerce, lo sabía, y aun así se lo ha permitido y ahora quiere morir. Ahora es cuando llega la súplica, él suplica que pare la tortura, ella suplica seguir riendo como una niña. Cuando los dos se separan como siempre, tras el beso de siempre, en el lugar de siempre, lo único que siente ella son esos grandes pies entre las manos, lo único que siente él son esos deditos de esas manitas haciéndole sufrir.
M.

10.12.13

The Lovers: no hizo caso del tiempo.

Capítulo 7.

Hoy, como tantos otros días, es un día diferente. Porque vuelven a estar en su coche, rodeados de la oscuridad y de todo lo que en ella se esconde. El asiento de atrás hace que los siete grados de temperatura se eleven hasta empañar las ventanas. Ella lo mira, pidiéndole algo, suplicándoselo. Él no sabe si la entiende, así que la abraza, eso siempre funciona. En las noches de invierno un abrazo da la vida. Él se acerca a su cuello, ella se extraña y se separa ligeramente. “Hoy hueles diferente” le dice. “¿Cómo ‘diferente’?” contesta ella. “Sí, como a fresa rancia”. Claro que ella se va a reír, con él es difícil no hacerlo. Claro que él va a retenerla entre sus brazos aún más fuerte. Cada vez trasnochan más, sea follándose o abrazándose. Dicen que no ocurre nada bueno después de las dos de la mañana, ellos dicen que hasta las seis hay tiempo para que pasen cosas buenas, malas, sucias, violentas y suaves. Así son.
M.

4.12.13

The Lovers: aquel rincón que te dejé.

Capítulo 6.

A veces cuando la pasión es desbordante y todo tiempo se te queda corto y todo espacio pequeño tienes que improvisar. Ellos lo están haciendo. Su coche, en esta noche tan helada, no es un mal refugio. Buscan, sedientos de sus cuerpos, un lugar apartado y oscuro. Un lugar donde sólo estén ellos y sus besos, caricias y misterios. Cuando al fin lo encuentran se miran, se hablan hablando y sin hablar. Ir a la parte de atrás del coche es lo más lógico, para follar, claro. Se separan, él la mira y hace un gesto con la cabeza señalando a esa parte del coche a la que todo adolescente venera y aspira. Ella, ni corta ni perezosa no se lo piensa ni un solo instante, ya sabe que no serviría de nada. Están en su sitio, en el lugar exacto en el que tenían que estar. Cada vez son más frecuentes entre ellos las largas miradas, profundas, cada uno sabe lo que significa la suya, pero a los dos les queda siempre la duda de lo que querrá decir el otro. Él, atrevido como nadie le dice “hoy no me apetece”, ella no va a ser quien ruegue, “vale”. Al instante están uno sobre el otro, perdiéndose en sus rincones. Ella se atreve a atreverse “decías que no querías”, él siempre sincero “pero me ‘has’ entrado ganas”. Follarse es perfecto para ellos aún con una tormenta a su alrededor, asediándolos, es el lenguaje con el que mejor se entienden.  Esta vez dejarla en el portal de su casa es lo correcto, él sabe que a ella mojarse no le gusta y ella sabe que él la adora, y no piensa en la lluvia.
M.

3.12.13

The Lovers: desnudarse sin quitarse la ropa.

Capítulo 5.

Estar en la cama juntos se ha vuelto su deporte favorito. Estar tirados, muy cerca. Ella siempre se tapa con las sábanas, él siempre la mira intentando ver todo lo que pueda. De repente él le dice “¿por qué no posas como modelo para la Escuela de Arte?”. De repente ella se deshace y eso es un error. No deben, no pueden ir más allá, los dos lo saben. Pero cada que vez que se rozan, que se mantienen las miradas, que se follan… Saltan los automáticos de toda la ciudad. Ella lo abraza y sonríe pegada a su cuello, él la rodea aún más fuerte con sus brazos. Se quedan ahí, cada uno pensando en lo que ha pasado hasta ese momento, en lo que está pasando justo en ese instante. Pero, ¿quién sabe lo que pasará en el futuro?, lo que es seguro es que están saliendo de su casa, se están subiendo a su coche. La mañana es soleada y han preferido pasarla encerrados a oscuras, entrelazados, eso es aterrador.
M.

1.12.13

The Lovers: entre los pasillos me muero de amor.

Capítulo 4.

Los baños púbicos. Los baños públicos pasan a llamarse así cuando la gente hace cosas indecentes en ellos. Ahí están, comiéndose la vida mutuamente mientras se dirigen a un sitio nuevo: los baños de un sitio cualquiera. El lugar no está muy concurrido, pero saben que puede pasar quien sea. Y el morbo que les da eso..., no dejan de reír, no pueden parar de fundirse. Ella le coge del cuello, le tira del pelo, él la coge de la cara, le acaricia los labios. Se lo quitan todo, hasta la piel y follan encima de la tapa del váter, están intentando no hacer ruido aunque no siempre lo consiguen. Entra alguien, se pegan el uno al otro, se esfuerzan por no reírse. Ella no ha dejado de arañarle la espalda ni un segundo, él no ha dejado de morderle el cuello ni un instante. Ya están fuera, hace frío, pero ellos están rojos y acalorados. Otra vez agarra esa cintura que le vuelve loco, otra vez lo mira embobada. Saben que todo esto no va a acabar bien, saben que no tiene sentido. Y eso es, precisamente, lo que le da sentido a todo. Llega cada uno a su casa y cada uno suspira en su almohada.
M.