En invierno
cuando llueve todo lo que el mundo desea es estar en la cama o el sofá con una
manta, unas palomitas, una buena película y, si eso, buena compañía. Hoy está
lloviendo pero ellos no son “todo el mundo”, les sobran la manta, la película y
las palomitas. Les sobra la ropa. No están en la calle, pero se están mojando
igual. Las sábanas están caladas de amor. Ellos no se aman, pero se lo demuestran
muy bien. Se muerden los labios, se miran a los ojos, se ríen. Ella mira al
techo como un lobo que aúlla a la Luna. Él agarra las sábanas con ambas manos
como un león que despedaza a su presa. Ella se hunde en su hombro, él la pega a
su cuerpo. No hay mejor calor que el humano. Y qué desagradable se hace la
humedad de este día lluvioso después de la humedad de darse mimos. Últimamente
él se ha vuelto más amable y más rebelde, dejarla en la puerta de casa se ha
vuelto normal, se les está yendo de las manos cada día más rápido y cada día
más despacio. Un beso pequeño y fugaz ya no es suficiente. Nunca ha sido
suficiente.
M.