Y AHORA YA EN SERIO...
10.11.14
Esto no necesita ningún título.
Me da entre miedo, pena, asco, tristeza... No me atrevo a leer las entradas de este blog, sólo con mirar los títulos ya me dan todas esas sensaciones. Realmente estoy hasta el coño de no tener lo que quiero, de que este año haya sido sólo importante para mi. Me odio tanto por los errores que he cometido, estoy hasta el coño de mi también. Que no te enteras de lo que eres para mi, no tienes ni puta idea porque en ningún momento has sentido ni la mitad de lo que siento yo. Lo máximo que has sentido por mi ha sido el dolor de mi error, y así, estancado, uno no puede avanzar. Deseo que avances, que confíes, que me tengas. Lo quiero todo porque ya se lo que es tener nada y no quiero eso bajo ningún concepto. Esto se me ha ido de las manos, y ahora está saliendo a la superficie todo lo que me he pasado tanto tiempo reprimiendo, todo lo que he hecho desde el primer momento para no avanzar ahora me está ahogando para dar pasos de gigante. Necesito hablarte, tenerte, quererte, mirarte, sentirte, follarte... Y quiero que me hables, me tengas, me quieras, me mires, me sientas y me folles, Pero ahora sólo siento el vacío, la distancia, aunque no los haya, los siento. Los siento dentro, porque no estás. Para mi ha sido tan fácil sentir lo que siento, no sólo porque me lo hayas puesto más fácil que yo a ti, que tampoco es así del todo, pero... No puedo entender que a ti te cueste tanto, porque te estoy demostrando lo suficiente como para que dejes a un lado lo malo. Me repito, si, porque cuando algo se quiere con fuerza se ha de luchar hasta que no queden más formas, ni más palabras, ni más maneras. Y paso de rendirme, aunque es lo más fácil y lo mejor para mi, pero es que no soporto la idea de tirar la toalla y dejarlo correr. No creo que vayas a llegar a esta parte porque ya te habrás cansado de leer lo mismo que llevas escuchando días y días, pero me importa una mierda. Quiero dejarlo claro, en voz alta, por escrito y cómo coño haga falta. Yo tampoco quería que esto pasara, ya te he dicho, me he pasado mucho tiempo intentando evitar esto, se que estás muy tranquilo como estás, siento perturbar tu calma, pero no es la primera vez que lo hago ni será la última. De hecho, conseguí que nos liáramos porque me tiré a la piscina con el riesgo de matarme en la caída, y ahora vuelvo a hacer lo mismo porque, no se cómo, pero voy a conseguir estar contigo. Te lo advierto, te quiero, y no vas a poder escapar porque tú también me quieres. Y continuaré con esto en otro momento porque ahora te has ido a dormir y ya me he desahogado un poco por hoy.
18.1.14
The Lovers: dicen que está lloviendo en el cielo.
Capítulo 14.
En invierno
cuando llueve todo lo que el mundo desea es estar en la cama o el sofá con una
manta, unas palomitas, una buena película y, si eso, buena compañía. Hoy está
lloviendo pero ellos no son “todo el mundo”, les sobran la manta, la película y
las palomitas. Les sobra la ropa. No están en la calle, pero se están mojando
igual. Las sábanas están caladas de amor. Ellos no se aman, pero se lo demuestran
muy bien. Se muerden los labios, se miran a los ojos, se ríen. Ella mira al
techo como un lobo que aúlla a la Luna. Él agarra las sábanas con ambas manos
como un león que despedaza a su presa. Ella se hunde en su hombro, él la pega a
su cuerpo. No hay mejor calor que el humano. Y qué desagradable se hace la
humedad de este día lluvioso después de la humedad de darse mimos. Últimamente
él se ha vuelto más amable y más rebelde, dejarla en la puerta de casa se ha
vuelto normal, se les está yendo de las manos cada día más rápido y cada día
más despacio. Un beso pequeño y fugaz ya no es suficiente. Nunca ha sido
suficiente.
M.
11.1.14
The Lovers: veo en la calle la cama perfecta.
Capítulo 13.
Hay zonas
oscuras, muchísimas. Polígonos industriales, descampados, ramblas… Hay horas
intempestivas, en la madrugada, por ejemplo. Todo eso les importa una mierda, prefieren
estar aparcados a medianoche en mitad de la calle del típico barrio del extrarradio. Porque hoy no va a pasar nada, sólo están hablando como dos
personas civilizadas. Mentira. Se abalanzan sobre la parte de atrás del coche
como fieras hambrientas de sudor y respiraciones aceleradas. Ella está encima
de él, él está apretando su espalda hasta dejarle marcas. Ella está recorriendo
con la lengua esos hombros anchos. Él se distrae. “¿Qué pasa?” dice ella. “Una
señora” contesta él. “¿Qué hago?”. “Está mirando por la ventanilla”. “¿Pero qué
hago, me bajo?”. “Ya se ha ido”. Estalla la risa, no se puede tener menos
vergüenza. Los cristales empañados no les han servido de escudo esta vez, pero
no les importa por eso, porque no tienen vergüenza, ninguna, para nada. Y una
vez en casa y tras besarse, uno piensa en los orgasmos y el otro en la vieja.
M.
3.1.14
The Lovers: dar patadas a la valla.
Capítulo 12.
Hacía tiempo que
el parque estaba solo, desierto, sin risas ni juegos, sin abrazos ni piques.
Pero hoy ellos han ido al parque, su parque, donde ahora no hay nada ni nadie.
Para no perder las costumbres. Cuando llegan se abrazan y el frío los abraza a
ellos. Hoy están que se comen, se devoran con los ojos y sus bocas se buscan y
sus manos se encuentran. Les gusta pelearse y reconciliarse en un segundo. Están
de pie, él la empuja, ella se revuelve y le pega en el brazo. Él la encara, ella
se esconde agachando la cabeza. “Vamos al coche, hace demasiado frío”, dice él.
Ella le rodea la cintura, él le da la mano por encima de su hombro. Cuando
llegan a la puerta del parque se quedan aún más helados de lo que estaban. Está
trincada, cerrada con candado. Ella mira la verja, le tiene pánico a las
alturas, no quiere saltarla, no puede. Él no se cree que sea para tanto y
cuando ya está al otro lado la insta a que salte. Ella trepa, pero cuando está
arriba no es capaz de salir, él se ríe. Se ríe de ella porque está adorable
ahí, con esa cara de susto como si estuviera saltando la Gran Muralla. Ella se ríe,
pero es de nervios y miedo. Hasta que se decide, no va a estar ahí toda la
noche. Cuando vuelven a estar juntos él no puede parar de reírse de ella, y
ella no puede parar de sentirse tonta, pero más segura que nunca. Ya sabemos el
final. Un beso, el beso, su beso. Cuando ella va a salir del coche, él la para
cogiéndola del muslo, vuelve a sentarse, él vuelve a besarla. Y adiós.
M.
31.12.13
Para cerrar el 2013.
Llevo desde el
verano queriendo hacer un ranking de tíos buenos de este 2013, así que qué
mejor momento para hacerlo que ahora que está acabando. En el ranking he
querido incluir sobre todo a aquellos famosillos que he conocido este año y que
están de “toma pan y moja” aunque se me ha colado algún que otro viejo conocido
que este año ha estado especialmente guapete.
10. Antonio
Candreva.
Jugador de la
Lazio en su Italia natal. Tiene 26 años. Me lo encontré en la Confederaciones
de este año que se acaba cuando juagaba con su selección.
9. Mario Casas.
Actor español de
27 años. Un viejísimo conocido pero este año me ha deslumbrado con su look con
barba, y es que así está para comérselo. Además este año ha demostrado que es
un buen actor con su papel en “Las brujas de Zugarramurdi”.
8. Evan Perters.
Actor
estadounidense de 26 años. Un descubrimiento del 2013 de la serie de moda “American
Horror Story”. Un rubio que se ha colado en esta lista con muchos méritos.
7. Stephen Amell.
Otro actor estadounidense,
de 32 años. Otro nuevo descubrimiento de la mano de 2013, conocido por su papel
protagonista como Flecha Verde en la serie “Arrow”. No cabe ninguna duda de que
es guapísimo.
6. Jake Gyllenhaal.
Actor
estadounidense de 33 años. Lo conocí hace tiempo en “Amor y otras drogas” pero
este año he visto alguna que otras películas suyas, como la excelente “Donnie
Darko” o la más reciente “Prisioners”. Tiene las facciones perfectas y una cara
de bueno que enamora.
5. James Franco.
Actor
estadounidense de 35 años. Aunque ya había visto alguna peli suya no me había
fijado en él hasta que lo vi en “Spring Brakers”, cuando intuí que bajo este
personaje asqueroso y feo había un actor guapísimo, cosa que confirmé en cuanto
lo busqué en Wikipedia.
4. Justin
Timberlake.
Actor y cantante
estadounidense de 32 años. Conocido desde siempre, ha sido este año cuando he
visto muchas de sus películas como “Con derecho a roce”, “La red social” o “In
time”. Me ha ganado con el tiempo.
3. Michael C.
Hall.
Actor
estadounidense de 42 años. Podría decirse que es un madurito interesante. Lo he
conocido este año gracias a su papel en la serie “Dexter” donde, cuando sale
con su camiseta de matar está… Para dejarse morir.
2. Isco Alarcón.
Jugador del Real
Madrid y la Selección Española de fútbol. Tiene 21 años. Lo descubrí este
verano viendo los partidos de la selección sub 21. Es guapísimo y, encima, ¡español!
No se le puede pedir más.
1. Ilias Koza.
Cantante griego
del grupo Koza Mostra. Tiene 29 años. Lo descubrí este año con su actuación en
el festival de Eurovisión. Esa barba, ese estilo, esa voz… Su música es genial
y él, perfecto.
Y con esto despido el 2013 y le doy la bienvenida al 2014. Que este nuevo año siga dándonos alegrías como estas.
M.
22.12.13
The Lovers: en las calles se preguntan porqué.
Capítulo 11.
Las discotecas son la hostia. Estar en la pista de baile, desatado, dándolo todo, sudando, saltando, gritando, dejándote la garganta en cada estribillo, en cada palabra. Dejarte la paciencia esperando que te sirvan un cubata, maquinar dónde lo dejarás cuando termines. Así estaban ellos esa noche, separados pero dentro de la misma discoteca. Así estaban hasta que dos miradas se han cruzado entre la gente y de repente sólo están ellos y no hay gente, no hay música, no hay discoteca. Ha sido un segundo, pero ¡qué eternidad! Ella decide que no puede dejarlo pasar, él decide que no quiere desaparecer. Ahí acaban, muy juntos, bailando sin bailar, pegado el uno al otro. Sus ganas y el alcohol hacen el resto. La mano de él rodeando su cintura, la boca de ella en su cuello. Ella suspira, él aprieta. Movimientos lentos que insinúan. Hasta que ella suelta “follarte se me quedaría corto”. La única respuesta que obtiene es un tirón y un grito “vamos fuera”. Hace frío, pero frío, frío. Pero ellos no lo sienten porque no pueden dejar de reírse, de abrazarse y de besarse, de mirarse como ellos se miran. Esta noche no van a acabar juntos en la cama, ni dormirán juntos, ni follarán, pero no importa porque entre ellos la prisa y el agobio no existen. El beso del final esta vez es algo más público y sin vergüenza, cómo la vida misma, como ellos mismos.
M.
Las discotecas son la hostia. Estar en la pista de baile, desatado, dándolo todo, sudando, saltando, gritando, dejándote la garganta en cada estribillo, en cada palabra. Dejarte la paciencia esperando que te sirvan un cubata, maquinar dónde lo dejarás cuando termines. Así estaban ellos esa noche, separados pero dentro de la misma discoteca. Así estaban hasta que dos miradas se han cruzado entre la gente y de repente sólo están ellos y no hay gente, no hay música, no hay discoteca. Ha sido un segundo, pero ¡qué eternidad! Ella decide que no puede dejarlo pasar, él decide que no quiere desaparecer. Ahí acaban, muy juntos, bailando sin bailar, pegado el uno al otro. Sus ganas y el alcohol hacen el resto. La mano de él rodeando su cintura, la boca de ella en su cuello. Ella suspira, él aprieta. Movimientos lentos que insinúan. Hasta que ella suelta “follarte se me quedaría corto”. La única respuesta que obtiene es un tirón y un grito “vamos fuera”. Hace frío, pero frío, frío. Pero ellos no lo sienten porque no pueden dejar de reírse, de abrazarse y de besarse, de mirarse como ellos se miran. Esta noche no van a acabar juntos en la cama, ni dormirán juntos, ni follarán, pero no importa porque entre ellos la prisa y el agobio no existen. El beso del final esta vez es algo más público y sin vergüenza, cómo la vida misma, como ellos mismos.
M.
18.12.13
The Lovers: sale la luna que agita las mareas.
Capítulo 10.
Al principio él
besaba pequeño y follaba suave. Ella era la cara opuesta de esa luna, besaba
enorme y follaba salvaje. Pero últimamente los besos cada vez son menos de él y
de ella, y van siendo más de ellos. Ella tiene su ración de lengua, en la
medida justa, se contiene, deja su agresividad a un lado. Él le cede un poco de
su boca, la deja morder y muerde, está dejando nacer a su fiera interna. Nunca
un asiento trasero había enganchado tanto como el de su coche hizo con ellos…
Nunca lo habían conseguido juntos, pero esa noche de cristales empañados era
diferente. Él sobre ella, ella sobre él. El ritmo cambia, suave… tierno… despacio, fuerte… agresivo… rápido.
Hasta que la bomba explota, el reloj deja de hacer tictac, la radio deja de
sonar… ellos dejan de respirar. Todo se para. Suspiros, respiraciones fuertes,
gemidos… Risas. Se ríen porque se divierten mutuamente, hasta en ese momento de
máximo placer. Y se quedan ahí, lo hacen porque el miedo que da una cama vacía
en invierno, después de ese calor que están pasando con sus cuerpos que arden
hechos uno, es tan inmenso… como el beso.
M.
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