Capítulo 7.
Hoy, como tantos
otros días, es un día diferente. Porque vuelven a estar en su coche, rodeados
de la oscuridad y de todo lo que en ella se esconde. El asiento de atrás hace
que los siete grados de temperatura se eleven hasta empañar las ventanas. Ella
lo mira, pidiéndole algo, suplicándoselo. Él no sabe si la entiende, así que la
abraza, eso siempre funciona. En las noches de invierno un abrazo da la vida. Él
se acerca a su cuello, ella se extraña y se separa ligeramente. “Hoy hueles
diferente” le dice. “¿Cómo ‘diferente’?” contesta ella. “Sí, como a fresa
rancia”. Claro que ella se va a reír, con él es difícil no hacerlo. Claro que
él va a retenerla entre sus brazos aún más fuerte. Cada vez trasnochan más, sea
follándose o abrazándose. Dicen que no ocurre nada bueno después de las dos de
la mañana, ellos dicen que hasta las seis hay tiempo para que pasen cosas
buenas, malas, sucias, violentas y suaves. Así son.
M.
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